lunes, 28 de septiembre de 2015

EL TRABAJO COMO IMPUESTO


Para introducir este artículo, y antes de hacer mis propuestas, no encuentro mejores palabras que las del Santo Padre Francisco en su encíclica “Laudato Si” y que paso a transcribir:

“128. Estamos llamados al trabajo desde nuestra creación. No debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma.
El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal.
En este sentido, ayudar a los pobres debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias.
El gran objetivo debería ser siempre una vida digna a través del trabajo.”

En resumen el trabajo no se reduce a una mera actividad económica, sino que tiene también una función de realización personal y de integración en la sociedad.
A esto último, Francisco, lo denomina “Capital social”, explicando a continuación que con esta denominación se refiere a las relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas que son indispensables en toda convivencia civil.
En este punto, Francisco nos habla del hecho de que para obtener una mayor productividad –y por tanto rentabilidad- se haga a costa de eliminar puestos de trabajo.
El primar la rentabilidad produce un desgaste sobre el “capital social”.
El tener el modo de ganarse dignamente la vida, evitará el tener que recurrir a modos más dañinos tales como la delincuencia.
El trabajo facilita las interrelaciones personales y hace que uno se sienta útil. Es factor de estabilidad psicológica
El trabajo facilita la formación de familias y ayuda a su estabilidad. La familia es básica, pues aparte de su papel procreador, es un “colchón” que evita situaciones de exclusión, desarraigo y precariedad.
Economía y sociedad están vinculadas. Si no existen consumidores, esto terminará repercutiendo en las empresas.
Por tanto el trabajo no es un mero factor más de la producción. Como se ha señalado al inicio de este articulo, tiene una función humanizadora y socializadora. Si el fruto de estas funciones falta, la economía se verá afectada.
Podemos constatar el alto coste social del desempleo, no solo en prestaciones, sino también en cuestiones colaterales tales como impagos, inseguridad, etc.

Hoy en día se ha creado una corriente de sensibilidad en cuestiones como el medio ambiente. Fruto de ello: por un lado se ha obligado legalmente a las empresas a compensar la contaminación que producen ya sea mediante el pago de impuestos, ya sea mediante la obligación de tomar medidas correctoras; por otro las mismas empresas han venido a desarrollar lo que se llama “responsabilidad social corporativa” por la cual dedican un pequeño porcentaje de su beneficio a financiar programas de tipo cultural y social.

Las nuevas tecnologías, sobre todo el uso de Internet, han incrementado enormemente la productividad, hasta el punto que se puede desarrollar una tarea con mayor eficacia pero con menos personal.
Es cierto que estas nuevas tecnologías han generado otro tipo de empleos. ¿Es mayor lo perdido que lo ganado? Los niveles de desempleo y la evolución de las plantillas parecen dar la razón a lo primero.
Lo que se plantea aquí es otro modo de contribuir al bien común, que sería poner un límite a la automatización (al menos mientras no aparezcan otros yacimientos de empleo que absorban la demanda de trabajo). La idea seria de que las empresas mantuviesen un pequeño porcentaje de su producción por métodos más tradicionales pero que permitan un nivel de empleo mayor.
Sería algo así como un impuesto pagado en puestos de trabajo. Hoy existen actividades (líneas de transporte deficitarias) que aunque no reportan rentabilidad se mantienen por su interés social. También sería factible la subvención o bonificación en razón a los puestos creados por este sistema.

Por otro lado, pero en la línea de lo propuesto por el papa Francisco, pienso que toda prestación por desempleo debiera ir asociada a algún tipo de trabajo en ámbitos que no sean del interés de la iniciativa privada tales como trabajos en beneficio de la comunidad. A cambio se podría alargar el periodo de cobro.

Entiendo que estas propuestas tienen algo de utópico. A mí también me parece utópico que, - por supuesto exceptuando casos de jubilación o enfermedad- se reciba una renta ciudadana sin más. Pienso que, aparte de inviable desde un punto de vista económico, no creo que vaya a ayudar mucho a mejorar a la sociedad. Ahí tenemos el ejemplo del Imperio romano…