Jesús dice: ““El que quiera seguirme niéguese a sí mismo,
tome su cruz y me siga”. Mt 16, 24-28.
La primera cuestión que me plantea esta cita es: ¿Qué Cruz
es esta que debemos tomar?
Pues la cruz no es, ni más
ni menos, que todas esas situaciones que no te gustan de tu vida; que si por ti
fuese las cambiarias. Todo lo que nos hace sufrir en la vida: enfermedad,
precariedad, rechazo, etc.
Estas situaciones,
mientras se pasa por ellas, realmente hacen sufrir. El sufrimiento es real,
duro y aplastante. Las cruces pueden ser diversas: enfermedad, precariedad,
rechazo, etc. Pero el sufrimiento en todos estos casos es tangible.
Jesús quiso mostrarnos su
amor hasta el extremo. En su paso por este mundo quiso ser semejante a
nosotros en todo, excepto en el pecado.
El no rehusó, por tanto,
pasar por la cruz. Jesús, además,
para ser semejante a nosotros paso esos momentos con amargura. Aparte de ser
por si una forma de morir humillante y dolorosa, Jesús sufrió por aquellos que
no iban a aceptar su amor, al igual que un padre sufre por un hijo que le odia.
El episodio del huerto de los Olivos (Mt.26, 36-46) y el grito de Jesús en la
cruz (Mt.27, 46) nos lo hacen presente.
Conociendo cada uno su
cruz, es el momento de seguir a Cristo, poniendo nuestra cruz al lado de la
suya.
Jesús, desde su cruz, nos
invita a confiar en él. Nos dice que ese sufrimiento, que ahora nos abruma, va
a tener un sentido y un buen fruto; aunque ahora solo veamos la negrura del
túnel.
No obstante, si nos
agobia, y necesitamos gritar, Él nos comprende. Él conoce lo que es sentirse
abandonado. Por eso clama al Padre: ¡Porque me has abandonado! No nos
desanimemos si nos vemos débiles en la cruz. Jesús nos comprende.
Pero Jesús, al mismo
tiempo, nos invita a la esperanza, a no pensar mal de Dios, a tener paciencia y
seguir confiando.
Dios ve más allá. Nuestro
campo de visión está limitado al momento presente. De hecho cuando hacemos
planes de futuro, en muchos casos, pensamos en cómo puede ser ese futuro de
acuerdo a las circunstancias actuales. Y siempre aparecerán factores
insospechados que harán que el futuro sea diferente.
Dios en cambio sabe el
fruto y bien que en la eternidad va a dejar esa cruz y por eso lo permite.
Frente a la eternidad el sufrimiento es solo un momento. Pero un momento que
dará grandes frutos.
Igual pasa con el mal, ya
sea producido por hombres o demonios. Aunque Dios no lo quiere, pero lo tolera
durante un tiempo, pues a costa de él, con las cruces que traerá producirá
grandes bienes.
Jesús nos dice,
finalmente, que la meta no es quedarse en la Cruz. Que ese mal desaparecerá y
seremos felices para siempre.
¡Animo! La cruz no es el
final, solo es el camino.