domingo, 20 de octubre de 2013

CARGAR CON LA CRUZ Y SEGUIR A CRISTO

         

Jesús dice: ““El que quiera seguirme niéguese a sí mismo, tome su cruz y me siga”. Mt 16, 24-28.
La primera cuestión que me plantea esta cita es: ¿Qué Cruz es esta que debemos tomar?
Pues la cruz no es, ni más ni menos, que todas esas situaciones que no te gustan de tu vida; que si por ti fuese las cambiarias. Todo lo que nos hace sufrir en la vida: enfermedad, precariedad, rechazo, etc.
Estas situaciones, mientras se pasa por ellas, realmente hacen sufrir. El sufrimiento es real, duro y aplastante. Las cruces pueden ser diversas: enfermedad, precariedad, rechazo, etc. Pero el sufrimiento en todos estos casos es tangible.
Jesús quiso mostrarnos su amor hasta el extremo. En su paso por este mundo quiso ser semejante a nosotros  en todo, excepto en el pecado.
El no rehusó, por tanto, pasar por la cruz. Jesús, además, para ser semejante a nosotros paso esos momentos con amargura. Aparte de ser por si una forma de morir humillante y dolorosa, Jesús sufrió por aquellos que no iban a aceptar su amor, al igual que un padre sufre por un hijo que le odia. El episodio del huerto de los Olivos (Mt.26, 36-46) y el grito de Jesús en la cruz (Mt.27, 46) nos lo hacen presente.
Conociendo cada uno su cruz, es el momento de seguir a Cristo, poniendo nuestra cruz al lado de la suya.
Jesús, desde su cruz, nos invita a confiar en él. Nos dice que ese sufrimiento, que ahora nos abruma, va a tener un sentido y un buen fruto; aunque ahora solo veamos la negrura del túnel.
No obstante, si nos agobia, y necesitamos gritar, Él nos comprende. Él conoce lo que es sentirse abandonado. Por eso clama al Padre: ¡Porque me has abandonado! No nos desanimemos si nos vemos débiles en la cruz. Jesús nos comprende.
Pero Jesús, al mismo tiempo, nos invita a la esperanza, a no pensar mal de Dios, a tener paciencia y seguir confiando.
Dios ve más allá. Nuestro campo de visión está limitado al momento presente. De hecho cuando hacemos planes de futuro, en muchos casos, pensamos en cómo puede ser ese futuro de acuerdo a las circunstancias actuales. Y siempre aparecerán factores insospechados que harán que el futuro sea diferente.
Dios en cambio sabe el fruto y bien que en la eternidad va a dejar esa cruz y por eso lo permite. Frente a la eternidad el sufrimiento es solo un momento. Pero un momento que dará grandes frutos.
Igual pasa con el mal, ya sea producido por hombres o demonios. Aunque Dios no lo quiere, pero lo tolera durante un tiempo, pues a costa de él, con las cruces que traerá producirá grandes bienes.
Jesús nos dice, finalmente, que la meta no es quedarse en la Cruz. Que ese mal desaparecerá y seremos felices para siempre.

¡Animo! La cruz no es el final, solo es el camino.