125 Por nosotros mismos somos incapaces de descubrir nuestros defectos.
126 Dichosos aquellos que en esta vida no tienen que soportar remordimientos de conciencia.
127 Si no tenéis un confesor fijo en quien depositar vuestra confianza, os falta el amigo del alma.
128 Si encuentras un confesor apropiado a las necesidades de tu alma, no cambies sin necesidad.
129 A lo que más importancia se debe dar es a las prácticas de piedad. Vayamos con frecuencia a confesarnos. Acerquémonos especialmente a la Santa Comunión, que es la que debe alimentarnos toda la vida; dediquémonos a hacer obras buenas, cumpliendo así nuestros deberes y visitemos a menudo al Santísimo Sacramento en la Iglesia.
130 Para volar al Cielo necesitamos dos alas: la confesión y la Comunión.
131 El confesor ha recibido de Dios el poder para perdonar todos los pecados, cualquiera que sea su número y calidad. Cuanto más graves sean vuestras culpas, mayor será su gozo; porque sabe que es mucho más grande la divina Misericordia que por su conducto os concede el perdón y aplica los méritos infinitos de la preciosa Sangre de Jesucristo, con lo que puede lavar todas las manchas de vuestra alma.
132 Dios permite las tribulaciones, para sacar mayor bien y mostrar su misericordia y poder.