domingo, 26 de junio de 2016

LA DIVINA MISERICORDIA EN MI ALMA Extractos


De Santa María Faustina Kowalska, religiosa polaca. Muere en 1938 a los 33 años. Canonizada por S.Juan Pablo II.

Resumen frases de su libro
Entrega Nº 11 (37 en total)

(Se harán tres entregas mensuales: los días 8, 18 y 28 de cada mes en esta capilla) adoracionperpetua.bilbao@gmail.com (para más copias, pedir a esta dirección)

N. 551: Para que la ofrenda sea agradable a Dios tiene que ser pura; para ello el corazón tiene que liberarse de todos los apegos naturales y dirigir los sentimientos hacia el Creador, amando en Él a todas las criaturas, según su santa voluntad.

N. 552: El Espíritu Santo no habla a un alma distraída y charlatana, sino que, por medio de sus silenciosas inspiraciones habla a un alma recogida, a un alma silenciosa.
N. 552: Los labios callados son el oro puro y dan testimonio de la santidad interior, pero callar cuando se debe hablar es una imperfección y a veces un pecado.

N. 560: Su mirada penetra mi alma hacia los lugares más secretos, mi espíritu se entiende con Dios sin pronunciar ni una sola palabra; siento que Él vive en mí y yo en Él.

N. 570: Tu tarea y empeño aquí en la tierra es implorar la misericordia para el mundo entero. No encontrará alma ninguna la justificación hasta que no se dirija con confianza a Mí misericordia.

N. 570: Te nombro dispensadora de Mi misericordia. Dile al confesor que la imagen esté expuesta en la Iglesia. Por medio de esta imagen colmaré a las almas con muchas gracias, por eso, que cada alma tenga acceso a ella.

N. 576: ¡Oh, hija Mía! si tú supieras qué gran mérito y recompensa tiene un solo acto de amor puro hacia Mí, morirías de gozo.

N. 576: Has de saber que el alma pura es humilde; cuando te humillas y te anonadas ante Mí Majestad, entonces te persigo con Mis gracias, hago uso de la omnipotencia para enaltecerte.

N. 579: Siempre me alegro del bien de otras almas como si lo, poseyera yo misma.

N. 580: Me hieren más las pequeñas imperfecciones de las almas elegidas que los pecados de las almas que viven en el mundo.

N. 580: Sufro por parte de las almas elegidas: la ingratitud por tantas gracias es el alimento continuo de Mi Corazón por parte del alma elegida. Su amor es tibio, Mi Corazón no puede soportarlo; estas almas me obligan a rechazarlas de Mí.

N. 580: Esta falta de confianza en Mi bondad en lo que más Me hiere.

N. 580: Hay almas que desprecian Mis gracias y todas las pruebas de mi amor; no quieren oír Mi llamada, sino que van al abismo infernal.

N. 582: El interior de mi alma es como un mundo grande y magnífico en el que vivimos Dios y yo. Ninguna cosa exterior perturba mis relaciones con Dios.

N. 584: ¡Oh!, si las almas quisieran escuchar Mi voz cuando les hablo en el fondo de sus corazones, en poco tiempo llegarían a la cumbre de la santidad.

N. 586: Has de saber también Hija Mía, que todas las criaturas, sepan o no sepan, quieran o no quieran, siempre cumplen Mi voluntad.

N. 587: A ningún alma Me uno tan estrechamente y de este modo como a ti y esto por la profunda humildad y el amor ardiente que tienes por Mí.

N. 589: El amor expulsa el temor del alma.

N. 589: Ahora veo que mis obras que surgieron del amor son más perfectas que las obras que cumplí por temor.

N. 592: Conocí en el Corazón de Jesús, que para las almas elegidas en el cielo mismo hay otro cielo al que no todos tienen acceso sino solamente las almas elegidas.
N. 593: No hay nada mejor para un alma que las humillaciones. En el desprecio está el secreto de la felicidad; cuando el alma conoce que todo lo que tiene de bueno es don de Dios esto la mantiene humilde y Dios la persigue con sus gracias.

N. 593: Si hay en la tierra un alma verdaderamente feliz, ésta es solamente un alma verdaderamente humilde. Un alma humilde no confía a sí misma, sino que pone su confianza en Dios.

N. 595: A Dios le desagrada mucho la desconfianza y por eso algunas almas pierden muchas gracias.

N. 596: Nada son todos los sufrimientos en comparación con lo que nos espera en el cielo.

N. 598: Que toda alma exalte la misericordia del Señor con la confianza en su misericordia, durante toda su vida y especialmente en la hora de la muerte.