domingo, 11 de septiembre de 2016

LA DIVINA MISERICORDIA EN MI ALMA Extractos


De Santa María Faustina Kowalska, religiosa polaca. Muere en 1938 a los 33 años. Canonizada por S.Juan Pablo II.

Resumen frases de su libro
Entrega Nº 20 (37 en total)

(Se harán tres entregas mensuales: los días 8, 18 y 28 de cada mes en esta capilla)
adoracionperpetua.bilbao@gmail.com (para más copias, pedir a esta dirección)


N. 1036: Conozco cada vez mejor cuánto necesita cada alma la Divina Misericordia durante toda la vida, pero especialmente en la hora de la muerte. Esta coronilla es para aplacar la ira divina, según me ha dicho el Señor mismo.

N. 1037: No sabría cómo glorificar a Dios si no tuviera la Eucaristía en mi corazón.

N. 1049: Mi unión interior con Dios es tal que ninguna criatura puede comprenderla y, especialmente, el abismo de su misericordia que me envuelve completamente. Soy feliz con todo lo que me das.

N. 1052: (por los sacerdotes). ¡Oh, Divino y Sumo Sacerdote!, que el poder de Tu misericordia los acompañe y los proteja de las trampas y asechanzas del demonio que están siendo tendidas incesantemente para atrapar a las almas de los sacerdotes.

N. 1054: El mundo no conoce todavía todo lo que Jesús ha sufrido.

N. 1059: Invita a las almas a una gran confianza en Mi misericordia insondable. Que no tema acercarse a Mí el alma débil, pecadora y aunque tuviera más pecados que granos de arena hay en la tierra, todo se hundirá en el abismo de Mi misericordia.

N. 1061: Veo tu amor tan puro, más que el de los ángeles; más porque tú luchas. Por ti bendigo al mundo. Veo tus esfuerzos por Mi y encantan a Mi Corazón.

N. 1062: La enfermedad es también una enorme gracia. Estuve enferma cuatro meses pero no recuerdo que hubiera perdido por eso ni un solo minuto. Todo por Dios y por las almas, deseo serle fiel en todas partes.

N. 1073: Cuando estaba unida al Señor, he conocido cuán numerosas son las almas que adoran la Divina Misericordia.

N. 1074: Me queman las llamas de la misericordia, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres. ¡Oh!, qué dolor Me dan cuando no quieren aceptarlas.

N. 1074: Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerla en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas.

N. 1075: A las almas que propagan la devoción a Mí misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa protege a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas Juez sino Salvador misericordioso.

N. 1075: En esta última hora el alma no tiene nada en su defensa fuera de Mi misericordia. Feliz el alma que durante la vida se ha sumergido en la Fuente de la Misericordia porque no le alcanzará la justicia.

N. 1076: Los pecados de desconfianza son los que Me hieren más penosamente.

N. 1087: Cuando decidí un día ejercitarme en cierta virtud, caí en el defecto contrario a esa virtud diez veces más que en otros días. Oí estas palabras: Has contado demasiado contigo misma y muy poco Conmigo. Comprendí la causa de mis caídas.

N. 1090: Ahora comprendo que si el Señor exige algo del alma, le da la posibilidad de realizarlo y a través de la gracia le hace capaz de cumplir lo que exige de ella.

N. 1090: La señal por la cual se puede reconocer que el Señor está con esa alma es esta: cuando en el alma aparece la fuerza y el poder de Dios que la hace valiente y fuerte.

N. 1092: Cuanto más profundamente se humilla el alma, tanto más amablemente el Señor se acerca a ella. Feliz el alma que el Señor Mismo defiende.

N. 1094: Si el alma ama sinceramente a Dios y está unida a Él interiormente, entonces aunque por fuera viva en condiciones difíciles, nada tiene el poder de oprimir su interior.

N. 1094: Dios Mismo defiende de modo especial, e incluso de manera milagrosa, al alma que lo ama sinceramente.

N. 1097: Desde aquellos días vivo bajo el manto virginal de la Santísima Virgen, ella me cuida y me instruye; estoy tranquila junto a su Inmaculado Corazón, ya que soy débil e inexperta, por eso, como una niña me abrazo a su Corazón.

N. 1101: No me está permitido oponerme a la voluntad de Dios, ni a los deseos de Dios, cualesquiera que sean; y en cuanto esté convencida de la certeza y la autenticidad de la voluntad de Dios, deberé cumplirla y de esto nadie me puede dispensar.