Ayer estuve en la celebración penitencial preparatoria para la navidad, en la parroquia.
De entrada iba triste, por mi pecado sobre todo, pero también por problemas
concretos de ese momento. A esto se añadía algún juicio contra un hermano. En fin,
el perfecto panorama para estar triste. Pues bien, en el transcurso de la
celebración según me reconcilie con el hermano al que juzgue y sobre todo, tras
la confesión, me vi lleno de alegría. Esto también lo note en la asamblea ya
que según avanzaba la celebración crecía la alegría. Este es el misterio de
este sacramento de la reconciliación. Con la razón dices ciertamente que es una
tontería decir los pecados a otro. Tú no entiendes nada pero, llegas triste y
te vas contento. Ese es el misterio.